Con sus patitas,
teje la telaraña, la araña.
La araña, araña el tiempo,
que se desplaza suculento.
La hormiga cree ser su amiga,
pero con ella se desvía
de su telaraña,
que teje por ser araña.
La hormiga impertinente,
sella su huella permanente
que el viento repele,
por ser tan mala la corriente.
La araña descolocada,
busca su pluma dorada;
a la araña esto no le cuadra:
la hormiga quería engañarla.
La estrella, muy serena,
serenamente dormía
y su corazón latía.
La araña bajó el telón
y la goma de borrar
borró este final.
Judit (escrito a los 9 años).
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