Gateaba un gato
por el prado de al lado,
cuando se pinchó
con un hierro oxidado.
El pájaro granívoro
comía granos de arroz
y su corazón estaba frío
como el agua del río.
Un campesino lucense
paseaba contracorriente
y se encontró al gato Garabato,
que se pinchó con un hierro oxidado.
El campesino mestizo
acarició al gatito.
Llevaba dos zapatos
tan largos como sus brazos.
Qué largo era el camino
para el pequeño campesino...
En la mente de un gato
nada está en blanco.
Ni en la de las personas
que se esfuerzan solas.
Judit (9 años).
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